¡Padre, ha llegado la hora!

Belén, Brasil, 25 de noviembre de 2018

Solemnidad de Cristo Rey

Padre, ha llegado la hora

Ha llegado el momento de dejarlo todo. Lo ha indicado Él con signos claros que quedan en mi corazón. Ha llegado el momento en que la puerta del monasterio se cerrará detrás de mí para indicar que inicia una nueva etapa de esta vida “bella y dramática” (Pablo VI, pensiero alla morte) a la que el Señor me ha llamado hace setenta años. Y percibo que esta es para mí la hora de agradecer al Señor por todo lo que me ha concedido vivir. Esta es la hora en que siento, junto a la gratitud, el peso y la alegría del pasado. Las alegrías que el Señor me ha concedido desde el hogar en el que he nacido hasta todos esos acontecimientos que han hecho de mi vida una gracia inmensa recibida sin mérito propio.

Y es precisamente la consciencia de lo que he recibido gratuitamente que causa en mi la tristeza de no haber respondido con la misma generosidad al amor con que he sido amado por Dios y por tantos hermanos que el Señor ha puesto en mi camino.

En este momento, mientras siento la alegría de cumplir con un sueño, siento también el dolor que comporta el dejar detrás de esa puerta todos esos afectos y egoísmos que han sostenido mi vida pasada. Pienso que así han de sentirse los que saben que, después de unas cuantos días u horas han de morir. Sí, porque lo que uno se siente decir al entrar al monasterio es: “aquí vienes para buscar a Dios y para morir en él”.

Vienes a morir a tu pasado; vienes a morir a ti mismo; vienes a morir a tus pecados; vienes a morir a todos aquellos afectos que te han impedido e impiden sentir que Dios es el único para quien vale la pena vivir; pero vienes también a anticipar ese paraíso que el hombre anhela desde su nacimiento.

Vengo a decirles que entraré en el Monasterio de Santa María del Paraíso en Salcedo, Ecuador, el día jueves 29 de noviembre, para iniciar la formación monástica como aspirante el 30 de noviembre, día del Apóstol San Andrés, 25° aniversario de mi “anunciación” como obispo Auxiliar de Portoviejo.

Dejaré el teléfono y todos los otros lazos de comunicación en manos de mis superiores, quienes responderán solo si será necesario, a los familiares más cercanos y en horas de atención del monasterio, al número: +593 3272 6240.

Agradezco de todo corazón las atenciones que he recibido en todos los años de mi vida y especialmente como misionero y obispo. El Señor sabrá pagar con creces a cuantos han sostenido la misión que él mismo me ha encomendado. Prometo mi oración por ellos y por la Iglesia de Portoviejo, que no dejará de ser la esposa querida que el Señor me ha dado.

Por favor, oren también por mí, para que sea perseverante en el nuevo camino, hasta el encuentro con el Señor. Y que el Señor me conceda morir como cristiano o, como decía Santa Teresa, “como hijo de la Iglesia”, que tanto he querido y que mucho más me ha amado.

Hasta el Paraíso!!!

+ Lorenzo Voltolini, siempre más hermano.

 

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Portoviejo 14 de septiembre del 2018
11vo aniversario de Arzobispo de Portoviejo
Yo prefiero el paraíso!!!

Queridos amigos

El Santo Padre ha aceptado mi renuncia de Arzobispo de Portoviejo que le presenté todavía el pasado mes de julio.
Tengo “solo” 70 años, de los cuales he vivido 11 en Poncarale, 15 en Seminario, 5 a Passirano como vicario parroquial, 14 a Latacunga como párroco y cerca de 25 in Portoviejo. 44 años de sacerdocio de los cuales cerca de 25 come obispo.
Me siento bastante cansado espiritualmente, y pienso que muchos lo hayan notado, sobre todo después del terremoto del 2016, que ha convulsionado el ritmo de mi vida y la de toda la Arquidiócesis di Portoviejo.
Pienso sea sabio dejar a otro más joven e capaz de administrar una Iglesia local in crisis positiva di crecimiento.
Desde el año 2007 he frecuentado regularmente cada año el monasterio trapense de Santa María del Paraíso en Salcedo, provincia de Cotopaxi, Ecuador, cerca de la parroquia que me confiaron como párroco en Latacunga. En el año 2014 presenté al Superior del monasterio el pedido formal para ser aceptado, cuando se me concediera, en la comunidad monástica, no come huésped sino come miembro monje de la comunidad.
Al presentar las renuncia, he contado al Santo Padre también este hecho y él me ha concedido esta gracia, por eso, en noviembre, entraré al monasterio para ser un monje más de Santa María del Paraíso.
Espero poder visitar Italia, antes de entrar al noviciado, después del postulantado, para despedirme de todos porque no sé si, una vez hecho monje (sin dejar de ser obispo, naturalmente), podré volver a Italia.
Pido a todos un recuerdo especial en sus oraciones. Por lo que a mí me concierne, prometo que estarán siempre presentes en mis oraciones que, en el monasterio ocupan más de cinco horas cada día. Los tendré conmigo también en el trabajo manual y en las actividades monásticas.
Cuando vine al Ecuador no pensaba absolutamente en el monasterio, porque nunca había estado viviendo en uno. Sin embargo la vida misionera y la de obispo me han hecho entender que, sin la oración y una vida interior profunda, la Iglesia no progresa ni sobrevive.
Ahora estaré a disposición de todos, más que cuando párroco u obispo, porque en la vida contemplativa podré llegar a todos en el Señor con un auxilio que les refrescará a ustedes en la fe y me preparará a mí al encuentro con Dios para siempre.
El superior de la comunidad que me recibirá, un día dijo, en broma, a un Obispo: “Usted que ha vivido tanto tiempo como Obispo, venga al monasterio para morir como cristiano”. Cuando me contaron de esa invitación hecha a otro yo me dije en seguida: “esa invitación es para mí”, y ahora el Señor está realizando lo que pensé.
Agradezco y recuerdo a todos. No huyo del mundo, sino que entro en él desde una dimensión distinta, la dimensión contemplativa.
Con san Felipe Neri digo con toda alegría: “Yo prefiero el Paraíso”. Amén.

Siempre más de todos y para todos

+ Lorenzo Voltolini
Del Paraíso”

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